La galería de criaturas extraordinarias de Stuart Chase.
Daniel Solana 17 octubre, 2017Relatología ArticleEl ingeniero y economista estadounidense Stuart Chase describía en un delicioso libro, The Tyranny of Words, editado en 1939, la galería de criaturas extraordinarias que en aquellos momentos habitaba en el imaginario colectivo en los Estados Unidos. Aquellos eran tiempos convulsos, inseguros, en los que la gente se sentía amenazada por enemigos que no había visto jamás, solo había oído hablar, y el lenguaje de los medios, el cine y la propaganda creaba fascinantes historias en la fértil imaginación de la gente.
Escribe Chase que en aquella época la realidad se dibujaba en un solemne escenario en cuyo centro aparecía, envuelta majestuosamente en una bandera, una imponente figura: la Nación, que ostentaba tanto poder y ejercía tanta veneración que la gente estaba dispuesta a morir por ella. Tras la Nación se escondía un personaje también poderoso pero más siniestro, el Gobierno, seguido de una figura aún más siniestra, la Burocracia, ambos adornados con retorcidas serpientes.
En el cielo del escenario reinaba la Constitución, una especie de cáliz bañado por una luz etérea. Tras ella habitaba un demonio, la Propiedad Privada, y arriba, más arriba que la Corte Suprema, la Bandera y la Ley, brillaba el Progreso, el último gran dios de los americanos. Su brillante luz podía alumbrar de norte a sur las costas de los Estados Unidos y divisar como se acercaban a ellas dos horribles monstruos con sus patas escamosas extendidas: el Fascismo y el Comunismo. Enfrentándose a esas dos amenazas surgía la figura colosal de la Democracia, dispuesta a rechazarlos.
A lo largo del país se movía un ser corpulento, el Negocio, que perseguía sin éxito a una fina y escurridiza Confianza. Mientras tanto, la Libertad, vestida con transparentes gasas, saltaba de nube en nube, hermosa e inalcanzable, observada desde tierra por las Masas, espesas, negras, revueltas, una peligrosa criatura de múltiples cabezas que debía permanecer sentada, porque si las Masas se levantaban cosas terribles podían suceder. Mientras tanto el Capital se mostraba como una atractiva figura, asustadiza, siempre dispuesta a dejar el país. Él y el Mercado desfilaban y le propinaban patadas al Consumidor, un patético personaje mal vestido perseguido por la Publicidad, un duende juguetón que rociaba perfumes en sus ojos.
Esa es la descripción que hacía Stuart Chase del imaginario de los estadounidenses cuando la sociedad estaba a las puertas de la Segunda Guerra Mundial. En ella no sólo podemos reconocer perfectamente a los arquetipos, sino a partir de ellos entender cómo se produjeron los acontecimientos simplificando escenas que no son nada simples, como la caída del mercado de valores del 29 o el estallido de la guerra.
Hoy, en España, todos tenemos claro lo que representan para nuestra sociedad personajes como la Democracia, la Constitución, el Diálogo, la Ley, la Libertad o el Fascismo. Son poderosas criaturas mitológicas que arrastran profundos significados que ningún poder, ni el político ni el mediático, puede cambiar. Por eso cuando discutimos es tan importante que la Democracia esté de nuestra parte y el Fascismo de la del otro. Por eso unos defienden que el lugar de la Democracia es estar junto a la Libertad y el Diálogo, y otros que jamás puede abandonar a la Constitución y a la Ley. Nos creemos que este es un enfrentamiento político, de ideas, pero por encima de todo hay un encarnizado enfrentamiento de relatos.
Desde esa perspectiva cobran protagonismo los medios de comunicación. Los Medios, acompañados por sus incontrolables e indisciplinadas hermanas, las Redes Sociales, se visten de día con el pulcro traje de fieles notarios de la Realidad, pero de noche ejercen de avispados guionistas que luchan por conseguir el mejor de los relatos para así conquistar a una vieja y codiciada Audiencia. Sin ella, sin esa venerada dama que durante los últimos años se les ha mostrado esquiva, no pueden sobrevivir. Mientras tanto, los Ciudadanos, confundidos en mitad del fuego cruzado de argumentos de los debates públicos, ya hace tiempo que han dejado de consultar los Medios para informarse. Ahora solo buscan en ellos el nuevo capítulo de la serie que más fielmente coincida con su ideología, y así seguir alimentando la galería de monstruos, héroes y traidores que vive en su imaginación.
La sociedad de la Información ha muerto, podríamos pensar viendo lo que sucede estos días. Larga vida a la sociedad del Relato.
You may also like
Relacionado
1 comment
Deja una respuesta Cancelar la respuesta
Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.
Calendar
L | M | X | J | V | S | D |
---|---|---|---|---|---|---|
1 | 2 | 3 | ||||
4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 |
18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 |
25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |
Hola Daniel! Me ha gustado mucho este análisis xq es tal cual. Para mí tb hay otro layer, menos racional y más visceral en esta sociedad del relato y el algortimo.
Es un layer relacionado con la necesidad humana de identificarse con un colectivo agravado ( las sociedades líquidas hacen estragos). Si esto lo mezclas con una pizca de visión Unamunesca, de qué es España? (Porque visto lo visto, de dónde sale tanta exhaltación? Y esos franquistas cantando ? Y los militares, que resulta que en la Fiscalía General hay fiscales militares con voz y voto y mandan que te cagas!) Qué gran instransigencia castrense tiene una parte importante de España, qué pena!)
Pues eso, q a esas categorías del relato que mencionas le metes este layer, los monstruos que ves, de ambos nacionalismos, son tremendamente aterradores. El nacionalismo en abstracto, superpone la nación por encima de los principios del contrato social. Dos nacionalismos enfrentados son una bomba, y un puto coñazo. Supongo que el rol y responsabilidad de los que no están ni en un lado ni en otro es ser conectores y facilitadores. Y me callo ya, que esto ya es un rollazo y como dicen x ahi, en esta vida se puede perdonar todo menos ser un coñazo. Saludotes