Una especie errónea de ser humano.
Daniel Solana 7 octubre, 2017Ideología ArticleDice Richard Rorty que todo ser humano lleva consigo una maleta con un muestrario de palabras que emplea para justificar sus acciones y sus creencias. Con ellas formula las alabanzas a los suyos y los insultos a los otros. Rorty lo llama el “léxico último”, y dice que es el último porque si analizamos la veracidad de las palabras que componen ese léxico no encontramos más que recursos argumentativos circulares. Es decir, que son palabras que solo se explican por sí mismas. El léxico último contempla términos como democracia, libertad, verdad, España, Catalunya, violencia, compasión o justicia.
Rorty es un filósofo que se autodenomina ironista, un punto de vista que propone una forma de ver y juzgar la realidad especialmente interesante en esta España post 1 de octubre. Según Rorty, un ironista es una persona que:
- Siente dudas radicales y permanentes sobre su propio léxico último, es decir, sobre la veracidad de las palabras que contiene su maleta, que en principio creía incuestionable. Las dudas son debidas a que su léxico último se ha visto influenciado y transformado a lo largo del tiempo por los léxicos últimos de otras personas a las que respeta intelectualmente.
- El ironista, sumido en esas sospechas, se da cuenta que cualquier argumento que él pueda formular, empleando su propio léxico último, no puede eliminar esas dudas, así que se siente atrapado en un bucle. Por muchas vueltas que le dé, no encuentra razones de peso para creer que su propio léxico último se halle más cerca de la verdad que el de los otros.
- Tarde o temprano el ironista advierte, a veces con profundo desconcierto, que es posible conseguir que cualquier cosa sea correcta o incorrecta, verdadera o falsa, real o imaginaria, simplemente redescribiéndola con el léxico adecuado.
La primera vez que leí a Rorty pensé que muchos de los profesionales del marketing y la publicidad deberíamos entender el ironismo mejor que nadie. Gran parte de las tareas que realizamos con respecto a las marcas para las que trabajamos se basan en esa labor de redescripción de realidades aparentes. Damos por supuesto, a menudo sin pensarlo, una idea que arguyen los ironistas y que analizándola es profundamente subversiva, y es la de que las cosas no tienen una esencia, que carecen de una naturaleza intrínseca, que por mucho que profundicemos no encontraremos en el concepto de “libertad”, “justicia” o “patria” algo en su interior que le dé sentido. No encontraremos la esencia en el interior de esos conceptos de la misma manera que no encontraremos la esencia de Nike en el interior de las zapatillas, por muy concienzudamente que la busquemos, y no la encontraremos porque la esencia no vive en lo profundo, la esencia es volátil, la escribimos los seres humanos con el material léxico que guardamos en nuestra maleta.
Dice Rorty –lo dice en su libro Ironía, contingencia y solidaridad– que a muchos ironistas les preocupa la posibilidad de haber sido iniciados en la tribu errónea, de haber partido en la vida con una maleta de léxico equivocada y haberse convertido por ello en “la especie errónea de ser humano”. El ironista percibe, como cualquier persona, que hay una clarísima diferencia entre el “nosotros” y el “ellos”, separados por una muy visible línea extraordinariamente relevante en nuestras vidas porque determina, entre otras cosas, con quién vamos ser solidarios y con quién no, a quien le podemos aplicar nuestra crueldad y a quien no, y que esa línea, que construye el quiénes somos, no es real, sino que la dibujan las descripciones empleando los léxicos de nuestra maleta.
Ironía, contingencia y solidaridad. Aconsejo su lectura. Ayuda a entender mejor lo que está sucediendo en España que leyendo lo que dicen los articulistas en los periódicos, los tertulianos en los programas de radio o televisión o nuestros contactos en las redes sociales. Todos ellos no hacen más que trazar y ahondar en una misma línea, cada vez más profunda, empleando sus propias descripciones, tomadas como universales pero que siempre son personales, y eso nos reafirma en nuestras ideas y creencias, porque todos nosotros estamos convencidos que nuestra maleta de léxico es la única maleta correcta.
Yo, como ironista, por higiene mental, estoy intentando redibujar durante los últimos días mi propia línea de separación entre el nosotros y el ellos. Estamos nosotros, los que nos sentimos dolidos, los que nos afecta ese dolor, y deseamos dejar de sentirlo. Y están ellos, los insensibles, los que viviendo en medio de esta situación, sienten placer. Me gusta y me reconforta pensar que trazando esa línea, los otros son muy poca gente, apenas un puñado, y que casi todo el mundo, más allá de sus ideologías y sus maletas, son de los míos, son de los nuestros.
Puede que sea una trampa –desde el punto de vista ironista todo lo es-, pero de esa manera amplío, automáticamente, mi espacio de solidaridad, y reduzco hasta casi volverse imperceptible, el detestable espacio de odio. Para un simple ser humano, como yo, no hay sensación más gratificante.
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Me declaro ironista automáticamente y presto a buscar el libro. Justo hoy hablaba con mi mujer de la circularidad de los likes y los shares en los post de redes sociales. Esto es lo que da sentido a las fakes news. La post verdad de la era Trump. Peligro. Gracias Daniel
Esa maleta suele estar llena cosas inútiles para salir a explorar: tópicos, estereotipos, ¡prejuicios! y hasta de eufemismos. Las justificaciones suelen ser artimañas para mantener blindados los autoengaños. Celebro este post y todo lo que he podido ir leyéndome de tu blog.